miércoles, 9 de junio de 2010

Cuando la tierra entra en erupción

Por Nadia Galán

La naturaleza está respondiendo al mal uso de sus recursos en manos de la humanidad, como corresponde: con furia. Terremotos, tsunamis, tornados y aludes son su forma de protesta. Norma vivió de cerca, hace años atrás, una de estas circunstancias cuando conoció la furia del volcán Villarrica en Chile.



Contemporáneo y oportuno es el relato de Norma, debido a las catástrofes naturales que han sacudido la tierra de nuestro país vecino y también la nuestra, pero en réplicas más leves. La historia comienza cuando viajó a Chile en 1948 para realizar una excursión de placer junto a su hermana y su prima, para conocer el sur de América de ambos lados de la cordillera de los Andes. Pero volvieron con algo más que buenos recuerdos e imágenes de lugares majestuosos.

Debieron escapar del lujoso hotel en el que se hospedaban, para no ser víctimas de la erupción del volcán más activo del país. “Veíamos bajar la lava por la ladera y a mucha gente corriendo. Le dijimos al chofer del micro que parara para que pudieran subir al vehículo, pero se negó”. Las crónicas del momento revelaron que hubo más de 50 muertos.

La Cordillera de los Andes, con sus 7.500 kilómetros, constituye una de las cadena montañosas más extensas del planeta. Tanto del lado argentino como el chileno, el sur de esta cadena se caracteriza por ser delgada y cuenta con una importante actividad volcánica que se inició en el período cuaternario (el último de los grandes períodos geológicos) y continúa hasta la actualidad. El tramo central de la cordillera se caracteriza por tener una actividad sísmica recurrente, mientras que la zona norte es una conjunción de estos dos fenómenos naturales.

En la cordillera existen alrededor de 60 volcanes activos y la gran mayoría se encuentran del lado chileno. Estos volcanes son considerados peligrosos, porque la mayoría de ellos tienen erupciones explosivas debido a que el magma está compuesto por un alto porcentaje de sílice y materiales volátiles. Si se llega a la cima, se puede estar ante uno de los cuatro pozos de lava que existen en el planeta. Para el pueblo Mapuche, es venerada como una montaña sagrada donde viven los antepasados con fuego (Quitralpillán).

“Al Volcán Villarrica, ubicado a unos 700 kilómetros al sur de Santiago de Chile, se le han contabilizado unas 60 erupciones en los últimos 500 años por lo que se le considera uno de los volcanes más activos de los Andes. Entre todos los volcanes activos de Chile, el Villarrica posee el más alto nivel de amenaza volcánica, debido a su cubierta permanente de nieve y hielo, la frecuencia eruptiva y la densidad poblacional en el área. Las erupciones recientes del volcán Villarrica, de un vigor moderado, se conocen como estrombolianas: una sucesión entre efusión de lava y explosiones. Cada año, unos 15 mil turistas de todo el mundo ascienden hasta su cumbre de 2.854 metros sobre el nivel del mar para admirar el paisaje y observar uno de los espectáculos naturales más notables en el mundo: un lago de lava activo en el fondo del cráter”, explica el vulcanólogo Werner Keller, fundador del Proyecto Observación Visual Villarrica / Internet (P.O.V.I.) dedicado al control diario de la actividad volcánica en Chile.

Era el año 1948 y Norma, que para ese entonces tenía unos 20 años, junto a sus dos hermanas y su prima mayor emprendieron un viaje por el sur argentino y chileno. “En agosto tuvimos un choque y mi madre se fracturó la cadera y tuvo que estar tres meses inmovilizada en cama. Nosotras habíamos tenido mucho trabajo y problemas para atenderla y ordenar la casa, entonces, mi padre consideró que un viaje podría ayudarnos a aliviarnos, así que nos regaló la excursión por ambos países. El circuito contratado comprendía entrar a Chile por Puerto Blest, con una primer visita a Puerto Montt, que había sufrido un maremoto unos años antes. Nos encontramos con que poco se había hecho en la reconstrucción, y ni siquiera su industria pesquera se había recuperado. Este punto nos interesaba porque fuimos con la idea de comprar langostas. Luego tomamos el tren que recorría ese país de sur a norte y bajamos en la localidad llamada Loncoche, en donde debíamos esperar varias horas para tomar un tren local que nos llevaría a Villarrica, nuestro destino final en el país vecino. Una vez allí, un ómnibus nos conduciría al hotel Pucón, sobre el lago Villarrica. El paseo posterior por el pueblo mostraba pocas casas de buena construcción, una de las cuales supimos que era una especie de club pagado por los viajantes para tener un lugar prolijo donde comer. Los otros lugares públicos ostentaban el título de 'borracherías', aunque no sé como estará en la actualidad. El tren local correspondía a lo visto, pero en Villarrica nos esperaba el ómnibus del hotel y desde allí, por varios días, volvimos a estar en el 'mundo de arriba'. El hotel y su balneario sobre el lago tenían un nivel muy superior, que creo se mantiene actualmente”.

Desde el hotel en donde estaban hospedadas las chicas, podían tomar perfectamente imágenes fotográficas de las cenizas y el humo que expulsaba esa montaña de tierra e hielo sin saber que en su interior, se estaba elaborando una destructiva erupción de lava. Norma, como toda la población de esa localidad, no estaban pendientes del volcán aunque “toda la zona se desarrolla alrededor de él”. En poco tiempo dejaría de ser un paisaje pintoresco, para convertirse en el único protagonista y pasar nuevamente a la historia. “Durante el viaje alrededor del lago nos mostró algo inquietante: el volcán echaba humo y ceniza. Nos dijeron que los pronósticos oficiales negaban una posible erupción, pero las noches se iluminaban con el fuego y las chispas salían de la cumbre, junto con un ronquido poco tranquilizador, y alguna vibración en el suelo. Desde el hotel, la distancia era apreciable, pero desde el camino se veía muy cerca, casi como en la ladera”, describe el panorama Norma.

“El Volcán Villarrica forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico que alberga la mayoría de los volcanes terrestres del planeta. El primer pequeño aporte de magma rico en gases inundó el fondo del cráter en abril de 1948, dando inicio al segundo ciclo eruptivo más violento de los últimos 400 años de la historia del volcán. Durante la madrugada del 18 de octubre de 1948 una enorme erupción explosiva fundió parte del casquete glaciar que cubre los flancos, dando origen a lahares o avalanchas de lodo que descienden por los valles hasta alcanzar los lagos Villarrica y Calafquén.

El 10 de octubre de 1948 se publicó una entrevista a un reconocido vecino de la zona, que le pedía a las autoridades asumir una actitud preventiva ante la inminente erupción explosiva del volcán Villarrica. Efectivamente, 8 días más tarde, el volcán entró violentamente en erupción. El saber de antemano si un volcán entrará en erupción, depende de las características de cada uno y de la vigilancia que se ejerza, como para llamar a una alerta temprana. En general, los volcanes emiten signos sutiles que anuncian su despertar. Para captar esas señales precursoras, se requiere de una vigilancia visual e instrumental sofisticada. En el caso concreto del volcán Villarrica, el ciclo eruptivo de 1948-49 se anunció con señales claras unos cinco o seis meses de anticipación”, desarrolla el vulcanólogo Keller.

Pero Norma lo cuenta en primera persona. “Ya habíamos pasado ocho días en Chile y había llegado el momento de nuestra partida”. Ese mismo día comenzaría la erupción de la que fueron testigos. “Mientras estábamos viendo el humo y las chispas en las noches anteriores nos parecía casi divertido, pero comenzamos a asustarnos cuando nos apuraron para que tomáramos el ómnibus y el suelo se movía apreciablemente bajo nuestros pies. Subimos al micro, en el que íbamos nosotras cuatro y el chofer, y mientras pasábamos por el camino de salida, veíamos la lava que bajaba como un río por la ladera. Los campesinos de la zona corrían con sus cosas tratando de escapar del recorrido y pedían al conductor de nuestro ómnibus que los llevara porque había lugar. Pero el conductor, pese a nuestro pedido, no quiso detenerse porque se justificó diciendo que los dueños del hotel no lo dejaban subir pasajeros que no fueran clientes. Nuestro ómnibus fue el último en pasar y nos alejamos de allí con un sentimiento amargo. Han pasado muchos años y gobiernos de todas las tendencias. Algunas noticias del terremoto actual me hacen pensar que quizás las cosa no hayan cambiado tanto y vuelvo a recordar a las familias bajando por la montaña”.

Ese mismo día Norma, su hermana y prima volvieron a la Argentina con la sensación amarga de no haber podido ayudar, y esa imagen imborrable de personas desesperadas corriendo por la ladera con un mar de lodo y lava persiguiéndolos.

“El daño fue enorme”, asegura el especialista Keller. Puentes destruidos, más de 1.000 km2 de terreno agrícola afectado, más de 50 personas fallecidas, y en la ribera del lago Villarrica, 8 kilómetros de la ruta que une la ciudad del mismo nombre con la localidad de Pucón, quedó intransitable. Han sido destruidos los puentes sobre el viaducto Los Chilcos, sobre el río Turbio, a diez kilómetros de Pucón, Colico, sobre el camino a Relún, a 7 kilómetros de Villarrica y dos puentes sobre el río Molco, en Playa Linda. A las 4 de la tarde cesó la erupción del volcán. “La reconstrucción de la zona afectada tardó aproximadamente un año”.

Chile, a pesar de ser uno de los países de América más expuesto a la actividad volcánica no cuenta con el monitoreo de esas montañas con cráteres y movimiento candente. “Es perfectamente posible convivir con un volcán conociendo su comportamiento y peligrosidad, respetando las rutas de descarga de los productos volcánicos y conociendo los planes de evacuación. En la actualidad, Chile cuanta con apenas unos 10 o 15 vulcanólogos y ninguna universidad del país ofrece esta carrera. En promedio, cada año se publica un solo estudio científico sobre algún volcán por autores extranjeros. En total, unos 143 volcanes se consideran activos y sólo 8 de ellos son vigilados instrumentalmente desde un único observatorio vulcanológico ubicado a más de 80 kilómetros de los dos volcanes de mayor amenaza de Chile: Llaima y Villarrica. Nuestra organización tiene como objetivo principal crear una conciencia volcanológica en la población aunque creemos que lo ideal es que comience en la escuela.

Lamentablemente, Chile es el país con la segunda mayor cantidad de volcanes del planeta y recién ahora, para el Bicentenario, está dando los primeros pasos para expandir la vigilancia de 7 a más de 40 volcanes activos y peligrosos en los Andes del Sur. Creo que es indispensable conocer y estudiar la historia y prehistoria de cada uno de los volcanes para luego proyectarlo hacia el presente y futuro: un volcán se comportará en el tiempo futuro de la misma manera que lo hizo en el pasado. En los últimos 60 años, el volcán Villarrica mostró erupciones en: 1948-49, 1964, 1791 y 1984. Actualmente, tras una pausa de 2 años, el pozo de lava volvió a emerger e iluminar la cima como un faro como se puede apreciar en la foto”. Habrá que estar atentos e informados.

(Revista Contá y Ganá Nº 11)

viernes, 4 de junio de 2010

Ser mujer en Siria

Por Nadia Galán

Nourah nació en Siria, un país con costumbres distantes a la liberación femenina de occidente, tanto en la vida pública como en la íntima. Su padre la vendió a un árabe que la trajo a la Argentina. Después de ser golpeada durante años, abandonó su hogar con sus hijas y reconstruyó su vida. Creyó que aquí las leyes y derechos la ampararían, sin embargo le sacaron sus hijas y aun lucha por recuperarlas.


Siria es un país árabe de Medio Oriente, ubicado a orillas del mar Mediterráneo. Limita con Israel, Líbano, Jordania, Irak y Turquía. Para realizar un paralelismo con Argentina, cuenta con una superficie algo inferior a la provincia de Río Negro, pero con una población similar a la de Buenos Aires.

Nourah nació en un pequeño pueblo agricultor del oeste de Siria. Fue la antepenúltima hija de siete hermanos, de los cuales únicamente dos fueron mujeres. Tarea algo difícil en esas tierras, ya que son tratadas como objetos de la posesión de los hombres de la familia. Su padre fue muy severo con ella y con su madre. Agachar la cabeza y obedecer eran las únicas leyes que regían bajo ese techo.

“Mis padres se casaron sin querer hacerlo. Ellos eran primos y mi mamá había quedado al cuidado de mi abuela paterna porque sus padres habían muerto casi el mismo día. Mi abuela les pidió que se casaran, y mi madre no pudo negarse porque tenía 14 y mi papá 31, más o menos, porque en esos tiempos no existían los documentos de identidad por lo que mi mamá no sabe con certeza qué edad tiene y no sabe leer ni escribir. Cuando se casaron, mi papá se emborrachó tanto porque no quería esa unión, que maltrató a mi madre durante los tres días que duró el festejo. Mi papá era muy machista y malo, porque le pegaba a mi mamá”, reconstruye su historia Nourah.

El maltrato hacia la madre de Nourah se repetiría en ella. Aunque sus hermanos también sufrían la mano dura de su padre, resultó mucho más perjudicial para las mujeres. El patriarca de la familia tomaba decisiones arbitrarias, que la familia debía acatar. Una de ellas fue mudarse de una vida con comodidades a otra plagada de carencias, tan sólo por un capricho. “Vivíamos en un pueblo y teníamos un quiosco en casa. Estábamos muy bien y sacábamos dinero como para vivir tranquilos. Pero un día a mi papá le agarró la locura, y nos mudamos a otro lado que quedaba a unas 15 cuadras donde no teníamos luz, agua, baño ni cocina. Vivimos sin nada durante seis años. Era un terreno baldío en donde tuvimos que edificar la casa, entre mi mamá y yo, que para ese entonces tenía 6 años”.

El padre seguía maltratando a la madre, situación que sus hermanos ya no podían resistir. “Mis hermanos se terminaron yendo, cansados de la violencia. Una vez que se fueron, no los dejó entrar a nuestra casa ni que habláramos con ellos. Cuando ellos se fueron yo tenía 14 años y tuve que trabajar la tierra como un varón. A las tres de la mañana levantar bolsas de naranja y llevarlas al hombro unas 20 cuadras hasta una carretera donde pasaban los autos, y de ahí íbamos con mi mamá a venderlos al pueblo. Había un lugar en donde se reunían todos que era similar al mercado central de acá. Cuando volvíamos y mi mamá traía poca plata, mi papá le pegaba porque había vendido las frutas más baratas. Como no teníamos herramientas para trabajar la tierra, tenía que removerla con un rastrillo. A las 5 de la mañana había que regar los árboles de naranja, limones, y otros que teníamos en el campo. Mi papá no trabajaba, no hacía nada, solo nos miraba y nos dirigía. Cuando hacíamos las cosas mal, nos gritaba o nos pegaba”. Nourah lo cuenta como si hiciera sólo horas que terminó de regar el último naranjo.

Si Nourah y su madre pensaban hacer una maniobra fuera de las reglas impuestas por el jefe de la familia debían hacerlo sin que se diera cuenta, si no la reprimenda era inolvidable. “Nosotras no podíamos tener nada: ni ropa, ni estudios, ni visitar a mis primas. Me sentía una basura. Mis amigas estaban bien vestidas y maquilladas y se la pasaban sentadas en su casa mientras yo tenía que trabajar como un hombre. Y eso era muy malo, socialmente estaba muy mal visto. La gente nos miraba mal. Muchas veces mi hermano más chico nos pasaba plata, sin que mi papá se diera cuenta. Otra de las cosas que hacíamos para conseguir dinero era pasarle a mi papá la venta de, por ejemplo, ocho bolsas de naranjas cuando en realidad habíamos vendido diez. Las mujeres allá no tienen vida: debían hacerle caso a los hombres porque sino te pegaban y no eran golpes así no más. Una amiga mía murió a los 18 años porque el hermano le pegó con la culata del arma por no hacerle caso".

Algo de lo que se alegra haber vivido fue su paso por la educación. “Siempre fui a la escuela, me gustaba estudiar y terminé la secundaria. Después quise estudiar otra cosa, pero mi papá no me dejó porque tenía que trabajar la tierra. A la mañana estudiaba y a la tarde o noche trabajaba”.

La educación militar es una materia más en las escuelas sirias. “A los 6 años te enseñan a armar y desarmar armas, es solo para saber defenderte de ataques exteriores porque generalmente no hay robos en mi país porque si robas directamente te matan. Mi hermano estaba en un bar con su señora y se había pasado de copas. Otro hombre halagó a su mujer y él empezó a romper algunas sillas. Lo metieron preso diez años. Además, los hombres a sus 18 años deben hacer dos años de servicio militar obligatorio y si se desata una guerra deben ir a formar parte del frente sin objeción”.

Como no podía ser de otra manera, a Nourah le llegó el amor, pero en su tierra no se le puede hacer caso simplemente al corazón. “Cuando iba a la escuela yo estaba enamorada de un compañero. Mi mamá sabía pero mi papá no, porque a él no le gustaba el chico, quien me mandaba saludos a través de mi mamá. Parece que en algún momento se enteró y me prohibió que me acercara a él porque sino me mataba. Allá si te gusta un chico sólo podés hablar con él, no podes acercarte mucho ni darle besos. Nada que ver a como es acá. Allá tenés que esperar al casamiento porque si no te casas virgen, te matan”.

El padre de Nourah tenía otros planes: estaba esperando una buena oferta por su hija, y ante la primera que recibió, no dudó en entregarla. “Un hijo de árabes nacido en Argentina, fue a visitar Siria y lo albergaron en la casa de un familiar nuestro. Cuando él llegó, yo justo estaba en esa casa porque había ido a visitar a mi prima y él dijo: 'esa chica me gusta'. Entonces la cuñada de mi prima, le contestó que si le ofrecía algo de plata al padre seguramente 'agarraba', porque le gustaba mucho el dinero. Fue inmediatamente a ver a mi papá, le dio 2 mil dólares y mi papá me mandó con él a la Argentina sin preguntarme, obviamente, qué quería yo”.

Este hombre había ido a Siria a pedir la mano de unas cinco chicas, pero ninguna aceptó y después ofertó esa cantidad por Nourah. “Yo me enteré de todo esto porque mi prima me lo contó. No lo podía creer. Mi mamá no pudo decir nada y las dos, al despedirnos, lloramos como locas porque yo no me quería venir. Me quería quedar con mi mamá y con ese chico”.

Era el año 1996 y Nourah tenía 22 años y su esposo, 40. Luego del pago, permanecieron en Siria dos semanas más para tramitar los papeles correspondientes. “Me la pasé llorando porque no quería abandonar a mi mamá. Cuando el chico del que estaba enamorada se enteró que me iba, me dijo: 'me dejás solo. Espero que te vaya bien'. No se imaginan cómo lloraba”.

A ella no le iba a ir muy bien como le deseó ese gran amor que dejaba en su tierra natal, pero peor suerte corrió él. “Mi mamá me contó que este chico murió en la guerra de Irak contra Estados Unidos. Lloré mucho por su pérdida”. Su padre dormía con el dinero en el bolsillo y, dos meses después de la partida de su hija a la Argentina, falleció de un ataque cardíaco.

“Cuando vine para acá, no sabía nada, no conocía las costumbres ni el idioma. Apenas entré a la casa, empezó a tener problemas con su madre y su hermano. Estuve un año peleando con ellos y hasta ese momento, el padre de mis hijas me defendía. Mi cuñado estaba celoso porque son gemelos y él no podía conseguir a una mujer. Es raro que tengan esa edad y no tuvieran esposa, pero me di cuenta de que era por su carácter y porque no consiguieron un pelotudo como mi papá que aceptara tan poco dinero”.

El punto límite fue cuando Nourah decidió no permitir más golpes, entonces no sólo fue apaleada por su cuñado con mayor dureza, sino que su marido comenzó también a golpearla. “Me pegaba por cualquier cosa, hasta delante de mis amigas y de mis hijas”.

A los dos meses de pisar suelo latino, Nourah quedó embarazada por primera vez, y a los seis de dar a luz por segunda oportunidad. “No quería tener más hijos y él una vez me obligó, en realidad me dijo que si no teníamos relaciones no me daba plata para que comieran las nenas. Quedé embarazada nuevamente pero lo perdí a los pocos meses por su culpa, y no lo perdoné nunca más”, asegura.

“Después de pasar cuatro años en esa situación de maltrato y de no saber nada de nada, empecé a aprender castellano mirando la televisión porque nadie me enseñó”. Una amiga le enseñó que las cosas en nuestro país no eran como en el suyo, sino que aquí tenía derechos como mujer que debían ser respetados.

Un día, luego de ser nuevamente golpeada, recordó esas palabras y escapó con sus hijas. Hizo la denuncia, pero la policía sólo archivó la declaración y gracias a esa amiga consiguió una habitación en una pensión y un trabajo como moza en un café.

“Después empecé a trabajar en un pool y allí conocí a mi marido actual, Carlos. Nos enamoramos casi al instante y con él alquilamos una casa con un cuarto para las nenas”. Parecía que la vida iba a empezar a sonreírle definitivamente a Nourah, pero fue un espejismo. “Un día se apareció el padre de las nenas en nuestra casa y me pegó. Carlos al escuchar los golpes salió a defenderme, pero él se llevó las nenas”.

Estuve ocho meses sin verlas. “Iba a la remisería en donde trabajaba, me arrodillaba delante de todo el mundo y le pedía que me dejara ver a las nenas. Él se me reía en la cara y se iba”.

Después puso una abogada pero pasó mal mi dirección, por lo que nunca me llegaban las citaciones así que el juez le dio la tenencia provisoria a él. Busqué una abogada, le pagué 4 mil pesos y después me enteré que ella no presentó ningún papel con las denuncias policiales por violencia en su contra, porque el padre de las nenas le había pagado por su cuenta. Además presentó un testigo falso que atestiguó que yo le pegaba a las nenas y a él”.

Arreglaron un régimen de visitas acotado, de una hora por semana y en el estudio de la abogada. “Las nenas ni me hablaban, por el lavado de cabeza que les habían echo. Con el tiempo, puse otro abogado y consiguió que pudiera pasar más tiempo con las nenas. Las nenas empezaron a venir a dormir algunas noches a mi casa y cambiaron completamente la relación conmigo. Ahora me dicen que me aman”.

De a poco, Nourah va cosechando los frutos de su sufrimiento y lucha constante para salir adelante y tener una vida digna. “Me siento muy bien ahora, pero lo único que me falta es que las nenas vivan conmigo, ya que solo las veo dos veces a la semana. Aunque toda mi familia está en Siria y extraño mucho a mi mamá, con la que hablo casi todos los días, acá hace siete años que estoy con Carlos y pude armar una nueva familia. Mi suegra es como mi mamá y mi cuñada, mi hermana”.

Y es justamente, Elizabeth, su cuñada, quien deja la reflexión final: “Lamentablemente tenemos leyes que amparan a las mujeres, que declaran sus derechos como madre, esposa e hija, pero existen aún demasiadas trabas que no permiten que sean respetadas. Esperemos que esto llegue a cambiar y que algún día Nourah pueda sentir que en nuestras tierras se puede ser una mujer libre en todo sentido, con derecho a amar y ser amada y con sus hijas a su lado”.

(Revista Contá y Ganá Nº 10)